Los elegantes vestidos que miles de valencianas llevan con orgullo, no solo durante Las Fallas, sino en cualquier fiesta o celebración, son especiales por muchos motivos. No solo es su simbolismo, preservando una tradición centenaria, o su colorido con vivos diseños de flores. Son también un recuerdo de la importancia histórica de la seda en València.
El negocio de la seda floreció en València entre los siglos XV y XIX, situando a la ciudad en el corazón de una de las rutas comerciales y culturales más importantes del mundo: la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente. Hoy se puede seguir su rastro en diferentes enclaves de la ciudad, y tradiciones como la indumentaria valenciana.
Si bien siempre se prefiere utilizar tejidos de seda en la medida que el presupuesto lo permita, hoy es frecuente encontrar vestidos hechos con telas de algodón o rayón. Y solamente las falleras mayores de València, o quienes puedan permitirse invertir varios miles de euros en un vestido, llevan espolín, la máxima joya de la seda valenciana.
El espolín, o tejido espolinado para ser más exactos, es un tejido de seda de la más alta calidad, hecho a mano utilizando pequeñas lanzaderas (los espolines) para pasar las tramas que compondrán los dibujos. En València quedan solamente tres tejedores artesanos de espolín que siguen utilizando los métodos tradicionales y telares de madera para crear estas auténticas obras de arte: Compañía Valenciana de la Seda, Vives y Marí y Espolines de Garín, empresa fundada en 1820.
En el nuevo Museo de la Fábrica de la Seda de Moncada, en las instalaciones de Garín en este municipio al norte de València, se puede observar en vivo cómo se teje un espolín. En el museo se exponen también telares, bocetos, muestras de tejidos e indumentaria, y se puede aprender más sobre la historia de esta empresa familiar y la tradición sedera en València.
Hay muchas tiendas especializadas en indumentaria fallera, como la de Amparo Fabra, en el distrito del Ensanche o la de Eduardo Cervera, en Quatre Carreres, dos referentes de la indumentaria valenciana de más calidad. Y no trabajan la seda, pero los orfebres Peris Roca son auténticos maestros de los aderezos valencianos y en su local de Bolsería 31, en el centro histórico, puedes encontrar joyas muy originales.
Pero no es solo en los vestidos de valenciana donde continúa la tradición de usar seda, también modernos diseñadores valencianos como Francis Montesinos recurren a menudo a este sutil tejido. Vida y Milagros es una tienda especializada en kimonos de seda natural, combinando estilo mediterráneo e inspiración oriental. Y en Ensedarte, la artesana Eva Escamilla ofrece bellos pañuelos y otros artículos de seda pintados a mano, e incluso talleres en los que los participantes pintan su propio fular de seda.
Son ejemplos contemporáneos del negocio de la seda en València. En la Edad Media, las transacciones comerciales tenían lugar en la Lonja de la Seda, una joya de la arquitectura civil gótica reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su visita es una parte esencial de la Ruta de la Seda de València, un recorrido a pie siguiendo el legado de este comercio en la ciudad.
El recorrido pasa por el barrio de velluters (o barrio de El Pilar), donde se asentaron los maestros sederos que tejían el terciopelo (vellut en valenciano, de ahí su nombre). Se estima que, en su época de mayor apogeo en el siglo XVIII, llegó a haber cerca de 5.000 telares que fabricaban tejidos de seda en el barrio. La riqueza y prestigio del gremio de los velluters se aprecia aún en la arquitectura, con ejemplos como el Palacio de Tamarit, antigua casa-taller sedero.
La industria sedera valenciana decayó en el siglo XIX con la automatización y la llegada de epidemias que afectaron a la crianza de gusanos de seda. Las dificultades económicas llevaron a la rebelión de los sederos con un motín en 1856 demandando mejores sueldos. Este temprano ejemplo de reivindicación proletaria se conmemora con fuego cada año, en el último fin de semana de enero, con la Foguera del Motí des Velluters en la Plaza del Pilar.
La sede del gremio de los velluters se estableció en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, un bello edificio del siglo XV declarado monumento histórico-artístico nacional. Rehabilitado por la Fundación Hortensia Herrero, ahora alberga el Museo de la Seda. Además de admirar los coloridos suelos de cerámica y frescos de su interior, aquí se pueden ver numerosos documentos relativos al gremio en su archivo histórico, así como antiguos telares y herramientas de trabajo. No faltan tampoco las muestras de exquisitos tejidos de seda e indumentaria antigua.
El museo profundiza también en la historia de la producción y comercio de la seda en València, desde la introducción de los gusanos de seda y cultivos de moreras por los árabes en el siglo VIII. La huerta periurbana se cubrió a partir de entonces de campos de moreras, y los campesinos criaban gusanos de seda en andanas, armazones especiales hechos con cañizos, en sus barracas y alquerías.
Apenas quedan ya vestigios de esta tradición en la huerta valenciana, pero en el Museo de la Seda se puede ver una de estas andanas y presenciar una demostración en vivo de cómo se extrae el delicado filamento de seda de los capullos. El humilde comienzo de un hilo con el que se tejió la época más gloriosa de València.