Si has paseado por València, seguro que te ha sorprendido la gran cantidad de naranjos que hay en las calles.
Es casi imposible no fijarse en ellos: tienen un verde intenso durante todo el año, un aroma embriagador en primavera gracias al azahar y, en invierno, están cargaditos de naranjas.
Pero claro, la gran pregunta es… ¿por qué están ahí y qué hacemos con esas naranjas?
¡Vamos a despejar dudas!
Un símbolo de València… pero no para el postre
El naranjo es mucho más que un árbol para València, es un símbolo de la ciudad. Y no es para menos, porque aquí la naranja es prácticamente religión.
Pero ojo, no te confundas, que los naranjos que decoran nuestras calles no son los mismos que producen esas dulces naranjas que encuentras en los mercados.
Las de los naranjos ornamentales no son comestibles. Son amargas, demasiado ácidas y con una textura más dura que las naranjas de mesa. ¿Entonces, por qué plantamos tantos?
Más que un árbol, una estrategia urbana
Aquí está la clave. Los naranjos amargos no están en València para que la gente se coma el fruto, sino porque son perfectos para la ciudad.
Son muy resistentes, necesitan poco mantenimiento y además mejoran la calidad del aire.
Su copa frondosa da sombra en verano, su flor de azahar llena las calles de un perfume inconfundible en primavera y en invierno sus naranjas aportan un toque de color que alegra el paisaje urbano. Todo ventajas.
Por eso València cuenta con nada menos que 8.819 naranjos ornamentales repartidos por calles y plazas.
Pero claro, esto nos lleva a otra gran pregunta: ¿qué pasa con todas esas naranjas?
La gran recogida de naranjas: de la calle al compost
Cada año, los operarios de Parques y Jardines se enfrentan a una tarea titánica: la recogida de entre 400.000 y 460.000 kilos de naranjas.
Para ello, desde diciembre hasta marzo se pone en marcha un dispositivo especial para su recogida. Se hace con un curioso sistema de vibración que facilita la caída y retirada.
¿Y qué se hace con ellas? Se llevan a plantas de tratamiento de residuos para convertirlas en compost, que luego se reutiliza en agricultura de proximidad.
Así, estas frutas que nadie se va a poder comer, terminan volviendo a la tierra en forma de fertilizante. Un círculo cerrado y sostenible.
València, ciudad verde por excelencia
La abundancia de naranjos es solo una parte del compromiso de València con el verde urbano.
La ciudad, Capital Verde Europea 2024, ha sido reconocida como Ciudad Arbórea del Mundo, un galardón otorgado por la FAO y la Fundación Arbor Day a las ciudades que destacan en la gestión de sus árboles y zonas verdes.
Y no es para menos, porque además de los naranjos, València cuenta con miles de árboles urbanos que contribuyen a mejorar la calidad de vida.
Desde el Jardín del Turia, el de Cabecera o el Jardín Botánico hasta los parques de barrio, el verde es parte esencial de la identidad de la ciudad.
Así que si ves naranjos en las calles de València, siéntete orgulloso: embellecen la ciudad, mejoran el aire y, en su último ciclo, se convierten en compost para seguir nutriendo la tierra.