¿Viajas con niños? València te ofrece mil y una historias curiosas que, bien contadas, pueden marcar la diferencia entre ir escuchando el clásico “¡Me aburro, me aburrooooo!” y el poco frecuente, pero siempre añorado, “¡Qué guay! ¡Otra historia, otra!”. Te proponemos unas cuantas para que compartas los secretos de la ciudad con los más peques. Ahí van: ¿Sabías que Indiana Jones se equivocó con el Grial que buscaba porque está en València? ¿Has experimentado el misterio de las ondas del sonido? ¿Quieres descubrir cómo puede haber un río sin agua o por qué las Torres de Serrans se convirtieron en un improvisado Museo del Prado? ¡Vamos allá!
La Ciutat de les Arts i les Ciències es un imprescindible en las visitas por la ciudad. Sorprende a tu hijo y enséñale cómo funcionan las ondas de sonido. Acércate a los arcos de las entradas del Museu de les Ciències, colocaos cada uno en un extremo y hablad. A pesar de que hay cerca de 50 metros de distancia, ¡os escucharéis perfectamente sin que nadie se entere de lo que os contáis! Si caminas hacia el Hemisfèric, te encontrarás con el selfie más codiciado de estos días: el de las letras gigantes de València, ¡no os váis a poder resistir!
A nuestros visitantes los volvemos locos cuando les damos indicaciones sobre cómo llegar a algún atractivo turístico. Que si al otro lado del río, que si cruzando el río encontrarás…. Seguimos llamando río a lo que ya no es y ellos buscan el agua donde ya no la hay. La mejor historia para contar a tus hijos si paseas por el Jardín del Turia, es la de cómo se decidió cambiarlo hasta convertirlo en un auténtico pulmón verde de la ciudad. Y es que, tras las inundaciones de 1957, se decidió desviar el río hacia el sur de la ciudad. Pero quedaba el trabajo de qué hacer con unos terrenos que se quedaban desiertos. Una de las propuestas fue construir una autopista de 12 pistas que cruzara la ciudad, un proyecto que se puede ver en el Museo de Historia de València. Afortunadamente, la presión vecinal hizo que esta idea se abandonara en pro de convertir el antiguo cauce en una zona ajardinada que comenzaría a desarrollarse en los años 80, con la intervención del arquitecto Ricardo Bofill en el primero de los tramos que se ejecutaron, junto al Palau de la Música. Trata de que tus hijos adivinen la longitud total de nuestro “río”. Y tú, ¿sabes cuánto mide? La respuesta está al final de este post.
La playa más famosa de València es la de la Malvarrosa. ¿Te has preguntado alguna vez de dónde viene su nombre? Pues la historia se remonta a 1856, cuando el Cabanyal era una zona de marjal, ¿te lo imaginas? El botánico francés Jean Felix Robillard Closier, que por entonces colaboraba en nuestro espectacular Jardín Botánico, transformó un área pantanosa en fértiles huertos de las flores conocidas popularmente como malvarrosas (alcea rosea), utilizándolas para crear aceites esenciales en una fábrica que instaló muy cerca de los campos.
Por desgracia, las pandemias han sido males recurrentes a lo largo de la historia. Una terrible fue la de cólera que afectó a la provincia de València en la segunda mitad del siglo XIX. Se trató de uno de los brotes que solían llegar hasta la península a través de los marineros que atracaban desde otros países en los puertos españoles. Por entonces, y hablamos de 1885, el médico catalán Jaime Ferrán investigaba la curación del cólera con grandes avances, por lo que fue llamado a València por las autoridades locales para tratar de mitigar el contagio de la enfermedad. Se instaló en una vivienda del Ensanche para seguir avanzando en sus investigaciones. Y fue allí, en una cocina habilitada como un rudimentario laboratorio, donde descubrió la vacuna contra la enfermedad. Así que, si paseas por el barrio del Ensanche, acércate hasta el número 22 de la calle Pascual y Genís. En la fachada encontrarás una placa esculpida con el busto del médico Jaime Ferrán, la excusa perfecta para preguntarle a tus hijos: ¿sabes por qué se hizo famoso este señor?
Seguro que en los cumpleaños has visto regalos de todos los calibres. Pero a València y sus habitantes les hicieron uno que escapa a tu imaginación. Maticemos, un regalo a la ciudad gracias al mecenazgo de algunas empresas privadas y a la mano del artista Manolo Valdés. Se trata de la escultura de 18 metros de altura inspirada en la Dama de Elche, una figura íbera de piedra caliza que hoy se custodia en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. La de aquí, conocida como Dama Ibérica, está formada por 22.000 miniaturas de apenas 20 centímetros de la escultura que se ve y se encuentra en la rotonda de la Avenida de Cortes Valencianas desde 2007, en las proximidades del Palacio de Congresos.
Otra de las obras de Valdés se puede contemplar en la Marina de València, pues allí se exhibe la escultura La Pamela, una cabeza femenina enorme que se protege del sol mediterráneo cubriéndose con una pamela. Esta elegante dama llegó hasta el lado más marinero de la ciudad de la mano de la Fundación Hortensia Herrero y forma parte de una serie de bustos gigantes inspirados en Henri Matisse a los que Valdés añadió objetos cotidianos.
A la hora de pasear por el centro histórico, lo tienes fácil para entretener a los niños. Una de las leyendas más conocidas de València es la del dragón del Patriarca. Al parecer existía un caimán en la huerta valenciana que tenía atemorizados a sus habitantes. Nadie había podido con él, pero un preso pidió su libertad a cambio de terminar con el animal. Discurrió un traje de espejos, se armó con una lanza, fue en su búsqueda y el animal, al verse reflejado en los espejos y creer ver monstruos, se espantó, se mareó y el reo consiguió matarlo.
No iba bien encaminado Indiana Jones cuando buscó el Santo Cáliz utilizado por Cristo en la última cena entre las ruinas de Petra. Porque siempre ha estado en València. Al menos desde que en 1424 el rey Alfonso el Magnánimo lo cedió a la ciudad como agradecimiento por la ayuda militar prestada por el reino de Valencia. Puedes ver el Santo Grial si visitas la catedral y accedes a la capilla que lleva su nombre. Acércate todo lo que puedas. Verás que la parte superior, una sencilla copa tallada en piedra de calcedonia, destaca del resto. Esta sección es la que está fechada en la época de Jesús de Nazaret. Si te quedas con ganas de más datos sobre el Cáliz, puedes jugar al geocaching “Tras las pistas del Santo Grial”.
Las Torres de Serranos, una de las antiguas vías de acceso a la ciudad medieval, impresionan por su majestuosidad. Pero, ¿sabes que durante meses albergaron la mayor colección de arte pictórico del Museo del Prado? Fue a finales de 1936, durante la guerra civil española. Ante los bombardeos que sufría Madrid, y que llegaron a afectar a la principal pinacoteca estatal, se trasladaron por carretera los principales lienzos para salvarlos de las llamas. En la base de las Torres permanecieron protegidos por un montón de sacos terreros. Permanecieron allí hasta abril de 1938.
Y hablando de torres. Pásate por las otras puertas de la ciudad que han sobrevivido al paso del tiempo, las de Quart. Pese a la fortaleza de esta construcción, las muchas vicisitudes experimentadas han dejado profundas huellas en sus muros. Fíjate en las marcas esféricas que presentan, producto de los cañonazos que recibieron cuando las huestes napoleónicas sitiaron la ciudad.
Vamos a terminar nuestro paseo con la Casa de los Gatos, una casita en miniatura en el número 9 de la calle Museo. Fíjate bien de cerca: las cortinas de las ventanas, la entrada principal, la fuente junto a la puerta… no faltan detalles! Hasta la inscripción que su autor escribió en 1904, en memoria de la entrada del Cid en la ciudad, tras un largo asedio, en el que sólo quedaron “cuatro gatos” en el actual Barrio del Carmen. Y una curiosidad más. Mirando de frente la casa, verás un azulejo con la señal de hasta dónde llegó la última riada en la ciudad, la de 1957. Así que puedes continuar el paseo con la historia de la transformación del cauce del Turia que te hemos contado más arriba.
PD: El Jardín del Turia tiene una longitud de 9 kilómetros. ¿Acertaste?